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Las actividades de caza y de recolección obligan a una movilidad estacional vinculada a la migración de las manadas de grandes herbívoros y pescados. Es muy probable que este nomadismo también haya sido conectado también a los ciclos de floración de los recursos vegetales.
Concerniente a las poblaciones de cazadores-recolectores, las fuentes etnográficas indican la alternancia de periodos de desagregación social en pequeños grupos humanos y de reagrupamiento vinculadas a actividades que requieren de gran número de personas. De una duración que puede haber oscilado entre algunas semanas y varios meses, esas agregaciones tenían funciones múltiples: económicas (grandes cazas, intercambio de materias primas y objetos), social (intercambios matrimoniales) y espiritual (producciones gráficas, rituales).
Los diferentes tipos de ocupación conocidos para el Magdaleniense parecen confirmar este esquema: ocupaciones breves de pocas personas especializadas en una actividad (parada de caza, sitios cerca de yacimientos de materias primas), asociadas con ocupaciones más largas, reagrupando un número mayor de individuos que se dedican a desarrollar actividades domésticas y cinegéticas (sitios residenciales) (Etiolles). Finalmente, observamos que algunos sitios revelan ocupaciones particularmente intensivas, con múltiples actividades relacionadas en particular a la esfera simbólica (confección de colgantes, arte mueble, arte parietal). (Mas d’Azil).