Las armas hechas por los Magdalenienses son principalmente dedicadas à la caza. Armaduras en sílex y puntas de azagaya se encuentran con abundancia. Las astas de madera de esos proyectiles no se conservaron. Hechas en asta de cérvido o de marfil, las puntas adoptan morfologías diversas según las épocas y regiones (sección redonda, ovala, semi-redonda, cuadrangular, etc.). Las bases pueden ser llenas, con bisel simple, bisel doble o en forma de horca, sugiriendo modos de enmangado múltiples. Las esquirlillas de sílex o las pequeñas armaduras líticas (laminitas de dorso retocadas) estaban a veces colocadas en las ranuras y pegadas con resina.

El propulsor, de los que solo se ha conservado los corchetes en asta de ciervo o en marfil, son en su gran mayoría ricamente decorados, permitía un lanzamiento más preciso y potente de las azagayas. Esta arma se revela, efectivamente, especialmente adecuada por la caza de gran fauna en los paisajes abiertos como los de la época magdaleniense. Sin embargo ningún artefacto atestigua de manera formal la existencia del arco y flecha para estos periodos.

Al fin del Magdaleniense, otra arma de lanzamiento aparece: el arpón. Se caracteriza por su punta amovible en asta de ciervo. Se distingue por sus hileras de dientes laterales cuya cantidad, forma y distribución sobre uno o dos bordes puede variar. Su base se caracteriza por protuberancias laterales destinadas a mantener la línea atada a la vara. Este equipamiento está completado por fisgas, pequeños objetos hendidos, utilizados probablemente en la caza de pájaros.