Al interior de esta tradición de escultura parietal, dos facies simbólicas se distinguen. Uno se extiende de la Viena a la Charente (Fig.1). Las esculturas son poco espesas con un ahondamiento poco marcado. La cabra ocupa un lugar importante. Las figuraciones están muy detalladas con la indicación de los principales órganos, huesos y masas musculares. Ellas son también muy dinámicas, representando actitudes estereotipadas. Esta facies reúne los frisos del Roc-aux-Sorciers y la Chaire-à-Calvin.

El Cap Blanc se caracteriza por sus esculturas espesas de modelaje muy pronunciado, obtenidas por un ahondamiento largo y profundo (fig.2). Las esculturas in-situ de Reverdit comparten esta técnica, probablemente porque la natura homogénea de la roca sea similar, lo que permitió ese tipo de escultura. Las figuras de Cap Blanc muestran una tendencia más esquemática. Ellas son más lineales, a menudo incompletas y con menos detalles (pezuña, relieves óseos y musculares), el dibujo estilizado de los músculos está remplazado por un trabajo de modelaje. La rigidez de las siluetas concuerda con su carácter estático.

Las correspondencias cronológicas entre esas dos facies siguen siendo inciertas: ¿Sería  posible que fuesen contemporáneas?

Desafortunadamente, los contextos crono-culturales de los frisos de Cap Blanc y de Reverdit son demasiados imprecisos como para poder zanjar esta cuestión.