Los coprolitos (del griego kopros, «excremento», y lithos, «piedra») son excrementos fósiles. Los únicos coprolitos conocidos son los de los carnívoros, sobre todo los comedores de huesos, ya que el calcio óseo favorece la fosilización. Los coprolitos humanos son raros, los de lobo más frecuentes y los de hiena se encuentran por centenares. En Chauvet solo se han encontrado coprolitos de lobo. Uno de ellos ha permitido el análisis del genoma y de la alimentación de un espécimen de lobo de hace 30 000 años.

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Cartel
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  •  Coprolito de lobo de la galería del Cirio