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Los tiempos glaciares
La alternancia climática que caracteriza la era cuaternaria estaría ocasionada por variaciones de la órbita terrestre con respecto al sol. De manera periódica, el volumen de los mantos de hielo aumenta en relación con el de los océanos, de los cuales el nivel disminuye, liberando de este modo extensos territorios en las regiones litorales.
Durante el punto culminante de la última glaciación, Europa se divide en tres grandes zonas climáticas. En el norte, un manto de hielo cubre la tierra firme hasta el sur de Inglaterra. Más hacia el sur, una zona de tundra alberga pocos animales y aún menor cantidad de hombres puesto que se encuentra englazada todo el invierno. Finalmente, la más hospitalaria corresponde, entre otras, al sur de Francia: la cobertura vegetal (estepas con baja cobertura forestal, bosques de pinos silvestres escasos) favorece a las grandes tropas de herbívoros salvajes.
El paisaje es parecido al de las estepas de Asia central con temperaturas estivales que pueden alcanzar +15°. En invierno éstas descienden hasta -20°.
Un mosaico de paisajes en el sur de Francia
Esta última zona es en realidad un verdadero mosaico de paisajes y de microclimas: las tierras que se encuentran a más de 1000 m están cubiertas permanentemente de glaciares inhóspitos, constituyendo así barreras naturales para hombres y animales. En cuanto a las orillas del Mediterráneo, éstas benefician de un clima menos adverso que el del valle del Ródano, en donde soplan fuertes vientos fríos.
La ausencia de bosques
El hielo desborda de todos los valles alpinos. En el inicio de este frente, la casi total ausencia de bosques se debe sobretodo a la aridez que domina: el viento no traslada nubes ni precipitaciones, removiendo del suelo polvo y loess, transportándolos grandes distancias y acumulándolos en decenas de metros de espesor.
Estos depósitos rápidamente sepultan campamentos humanos y carcasas de animales, quedando así especialmente protegidos y bien conservados hasta nuestros días.