La paleta de los pintores de Lascaux, como la de todos los artistas del Paleolítico, sigue siendo relativamente limitada. Asocia el negro al abanico de colores calientes, marrón oscuro, rojo y amarillo, con variantes que permanecen en unos límites muy estrechos. Excepcionales son los ejemplos que se alejan de estos matices. Por el tinte violeta dado a dos casillas del tablero, uno de los blasones de la Nave escapa a esta constatación.


Sólo los pigmentos de origen mineral se han conservado; sin embargo, las investigaciones llevadas a cabo hasta ahora nunca han puesto en evidencia colorantes orgánicos. Los pigmentos son óxidos metálicos, hierro y manganeso, así como de carbón de madera. El análisis de los pigmentos pone de manifiesto que los rojos son hematites, los amarillos goetitas.
Los análisis realizados en La Mouthe a finales del siglo XIX, y los descubrimientos de Font-de-Gaume, en 1901, de Lascaux en 1940, de Rouffignac en 1956 y de Villars en 1958, confirmaron el origen mineral de los colorantes. Se observó, no obstante, que, en la región, los colorantes negros eran todavía de óxido de manganeso. En las otras regiones (Lot, Ardèche o Ariège) el carbón de madera o de hueso se substituía, la mayoría de las veces, al óxido de manganeso.


Ahora bien, resulta que el Perigord era, hasta principios del siglo XX el único departamento productor de este manganeso. Su explotación era antigua, ya que desde el siglo XVI, al menos, se denominaba “Perigord” o “piedra de Perigord”.
La mayoría de los yacimientos son de origen cárstico. El manganeso rellena parcialmente y a veces totalmente las cavidades. Estas concentraciones representan a menudo varios centenares de m3. El óxido de manganeso, atrapado en estas formaciones cársticas, se presenta bajo una forma poco indurada, fácilmente extraíble y pudiendo ser transformado sin grandes dificultades. Más raramente, se ha encontrado este material en el lecho del río Vézère, bajo la forma de pequeños guijarros.