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- ¿Qué hacer en caso de descubrir accidentalmente un objeto arqueológico?
¿Qué se debe hacer en caso de descubrir accidentalmente un objeto arqueológico (o de sentir una tentación menos accidental de llevárselo...)?
La legislación es clara: al igual que las excavaciones, la prospección y la recolección de material arqueológico están reguladas en la mayoría de los países del mundo, ya que se trata principalmente de patrimonio arqueológico nacional.
Toda prospección, a fortiori con recogida de material arqueológico, deberá ser autorizada por la institución correspondiente, a partir de un expediente con mapas y autorizaciones de los propietarios, previo acuerdo de devolución –futuro del material– a tal o cual museo, etc.) e implicará la presentación de un informe con inventario, documentación fotográfica, etc.).
En caso de descubrimiento accidental (por ejemplo, de un agricultor que se encuentra un hacha pulida en su campo, o de un caminante que observa una pieza tallada al borde del camino, tanto el «descubridor» como el propietario están obligados a notificarlo al alcalde del municipio, que informará a la institución correspondiente (museo regional, servicio del patrimonio, etc.).
¿Por qué existen estas restricciones? Porque cualquier objeto que se coja pierde una parte fundamental de su valor de información científica. Ya está separado de su contexto: un hacha pulida que sale a la superficie después de arar puede provenir de una tumba cuyos huesos quebradizos han pasado desapercibidos. Un bifaz puede marcar una capa que contiene material menos identificable –excepto para los especialistas– del Paleolítico inferior o medio. Entonces, aunque la persona que lo coja recuerde la ubicación de su hallazgo durante un tiempo, esta información se suele perder en la siguiente generación. En la tercera generación, es poco probable que las posibles «notas» o indicaciones del abuelo sobrevivan. Las piezas recogidas se perderán totalmente para la ciencia.
Este es un objetivo muy importante de esta presentación: mostrar que los objetos sólo tienen sentido, sólo proporcionan información en su conjunto, cuando se conoce su ubicación, y en relación con otros que las excavaciones arqueológicas serias han permitido fechar.
La arqueología no consiste en acumular colecciones de objetos para colocarlos en vitrinas. Como hemos visto, consiste en estudiarlos metódicamente, con conocimiento de su contexto, para obtener información sobre la humanidad en el pasado.
En la práctica, y en la intención, se debe resistir la tentación de cogerlo para su colección personal. Y hay que comunicar toda la información, por ejemplo con fotos del objeto y las indicaciones de la ubicación en una fotocopia de un mapa, incluso aunque el departamento del museo o de la institución en cuestión no tenga tiempo de venir a verle o de darle las gracias.
Y si el museo o la institución declara el objeto interesante, sería «noble» al menos prestárselo para que lo estudie, e incluso donárselo (mediante legado o donación), por el interés de todos. Gracias a estas indicaciones, que colocan otros tantos puntos en los mapas, los arqueólogos han podido recrear el desplazamiento de objetos relevantes a cientos de kilómetros (como hachas y puñales, sobre las que volveremos más adelante).
No hay que dar esos objetos a otras personas, ya que hará que las piezas se alejen aún más. Tampoco hay que venderlos (ni comprarlos...), y menos aún al extranjero, cosa que está estrictamente prohibida
Europa sin autorización especial. También hay que resistir a la tentación de comprarlo en el extranjero, puede enfrentarse con graves problemas al cruzar la frontera...
El patrimonio arqueológico es responsabilidad nacional, es más, es patrimonio de toda la humanidad.
Si te interesa participar en prospecciones o excavaciones, la mejor solución es ponerse en contacto con las asociaciones académicas locales autorizadas para ello, o ponerse en contacto con el museo más cercano (departamental o regional), o incluso con una universidad donde se enseñe arqueología, historia o antropología.
Participar en una acción colectiva organizada será mucho más interesante que intentarlo por tu cuenta en campos como la Arqueología o las Ciencias Naturales.
Jacques Pelegrin,
prehistoriador en el CNRS,
con la amable revisión de Catherine Louboutin,
conservadora jefe del Patrimonio, Museo de Arqueología Nacional, Saint-Germain-en-Laye